«Invertir de forma exitosa es muy complicado» es un axioma que debe estar en nuestra mente en todo momento. Quien intente convencernos de lo contrario probablemente esté simplificando y no entrando en matices, o directamente intentando engañarnos o vendernos algo. Esto se debe a que el mundo de la inversión mueve cantidades enormes de dinero, es propenso a la manipulación y está altamente profesionalizado reuniendo a mentes brillantes (que no necesariamente éticas) trabajando en él. Un cóctel explosivo para el pequeño inversor que intenta invertir sus ahorros con muy buena intención pero muy pocos conocimientos. Las probabilidades de verse arrastrado por la vorágine del mercado con desastrosas consecuencias para el patrimonio personal son altas.
Con este panorama surge la tentación de mantenerse lejos de la bolsa, que en muchas ocasiones se nos da a entender que es un inmenso casino donde el que acaba ganando algo es por puro azar. Nada más lejos de la realidad, puesto que los que realmente acaban ganando de forma recurrente son los que entienden los mecanismos internos gracias a la formación y la experiencia. El azar, como en todo, también juega su papel, pero el impacto es reducido. Si queremos formar parte de ese grupo de inversores exitosos es necesario aprender unos principios básicos.
Pirámide de habilidades
En cualquier disciplina se requiere de habilidades para desempeñar la labor con cierto éxito, pero normalmente no todas tienen igual importancia. Para el caso que nos ocupa, creo que imagen siguiente es muy acertada.
La traducción es la siguiente, de arriba a abajo: impuestos, selección de acciones de empresas, comisiones y costes de transacción, selección de activos y comportamiento del inversor.
Como podemos ver, la psicología está en la base de la pirámide dado que es lo más importante, lo demás sirve de poco si nos dejamos llevar por el miedo y la codicia que mueve al mercado. La mente humana tiene muchos sesgos, emociones e incluso experiencias pasadas, que influyen en el proceso de toma de decisiones, y que juegan en contra nuestra hasta que no adquirimos cierta pericia para evitarlos. Un inversor que domine sus emociones y sea capaz de establecer un proceso inversor, por muy simple que sea, y atenerse a él tiene más probabilidades de que le vaya bien que otro que entienda mejor los otros niveles pero sea incapaz de controlar la parte psicológica. Este apartado dará para futuros artículos por sí mismo dada su importancia.
El siguiente nivel es la selección de activos. Esto se refiere a como distribuimos nuestro patrimonio en las diferentes clases de activos que existen: acciones, inmobiliario, bonos, oro, depósitos bancarios, criptomonedas, arte… Unas clases de activos serán más adecuadas que otras según nuestro perfil de inversor y nuestra aversión al riesgo. No tienen las mismas necesidades una persona joven con un buen trabajo y sin cargas familiares, una familia, o una persona jubilada. Normalmente distribuiremos el patrimonio en un numero reducido de estas opciones, y esa combinación debería tener un razonamiento detrás, huyendo de activos ilíquidos, especulativos o fraudulentos. En este nivel también incluiría el conocimiento necesario para poder acceder en cada uno de esos activos, por ejemplo en el caso de las acciones de bolsa se necesita saber qué son, como funciona un broker, etc.
El tercer peldaño son las comisiones y costes asociados al proceso inversor. Es bastante obvio que cuantas menos comisiones tengamos que pagar a terceros mejor será nuestra rentabilidad. Son frecuentes los casos de inversión en los que se ha realizado una selección de activos adecuada pero el rendimiento es muy pobre por los elevados costes del fondo de inversión, broker, u otro intermediario. No es necesario llevar al límite la búsqueda de bajas comisiones, pues necesitaremos intermediarios para poder canalizar las inversiones, y utilizar el precio como única variable para seleccionar estos servicios no es la opción más sensata. Debemos buscar el equilibrio en calidad de servicio y coste. Un apunte relevante es que a mayor número de compra-ventas en el mercado, más comisiones de transacción pagaremos. Un inversor debe evitar «sobreoperar» (hacer más operaciones de las necesarias).
El cuarto nivel, selección de empresas, tiene ya una importancia reducida. Solo será necesario para aquel inversor que desee seleccionar sus propias empresas en base a un estudio del negocio, la contabilidad o cualquier otro método (o que compre sus propias viviendas para alquilar en el caso de activos inmobiliarios, y similar con otros tipos de activos). Esta forma de inversión es demandante en formación y tiempo dedicado, por lo que acaba disuadiendo a la gente que se decanta por invertir a través de fondos de inversión.
Por último, el nivel de los impuestos. Y está en la cima de la pirámide porque para que sea relevante necesitamos tener beneficios, después de dominar los niveles inferiores, para que la estrategia impositiva tenga relevancia. Este nivel no es muy relevante mientras nos dedicamos a invertir en fondos o simplemente nunca vender nuestras inversiones con beneficios. Pero tarde o temprano es importante tener una idea de qué sucede cuando hay traspasos, herencias, inversiones en el extranjero (el famoso formulario 720 de hacienda)…
Estas son a grandes rasgos las áreas que debemos tener en cuenta para asegurar cierta seguridad en nuestro proceso inversor. No es necesario dominar por completo cada una de ellas, pero cierto nivel básico de habilidad en todas ellas es muy recomendable. Tampoco pensemos que el camino adecuado es empezar por la base e ir hacia arriba, normalmente vamos adquiriendo conocimientos en paralelo conforme ganamos experiencia. Lo importante es dirigir los esfuerzos a las áreas que más impacto producen. No suele ser buena idea andar preocupados de optimizar al máximo el pago de impuestos, dedicando excesivo tiempo y dejando de lado el entrenamiento de la parte psicológica.